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La tumba de Couperin

Hace unos días escribimos un artículo sobre la vida y las influencias compositivas de Ravel. Si no lo has leído, te recomendamos que lo hagas ahora para comprender mejor la obra que nos ocupa, una de las más célebres del compositor francés: La tumba de Couperin.

Tal y como decíamos en el anterior artículo, la influencia de los grandes compositores clásicos estaba muy presente en la formación y en los gustos musicales de Ravel. Un maravilloso ejemplo de esta influencia en sus composiciones es La tumba de Couperin.

El título alude directamente al compositor Francois Couperin, uno de los principales clavecinistas barrocos franceses. Pero también a un género musical muy utilizado en la época de Couperin. Este estilo se llama tombeau y es un género cuyas piezas musicales se componían para homenajear a un personaje histórico o bien a un amigo o ser querido, tanto vivo como muerto. Estas piezas habitualmente tienen un tono solemne, un ritmo lento, y a veces, pueden incluir algunos juegos armónicos y/o rítmicos.

En contra de lo que muchos creen, Ravel no compuso esta obra pensando en la muerte del compositor Couperin ni en su tumba.

Ravel compuso La tumba de Couperin durante la Primera Guerra Mundial, en la que había participado como voluntario. En la guerra vio caer a compañeros y conocidos en la contienda, por eso decidió componer una obra que sirviera para homenajearlos a todos. Por esta razón, Ravel pensó en el género del Tombeau, y como era típico del barroco, también pensó en su compositor predilecto de ese período.

La idea original de Ravel era crear una composición para piano solo de varios movimientos o números, a modo de suite francesa. Sin embargo, para 1917, las piezas que había compuesto para su suite ya habían adquirido tanto carácter y protagonismo que Ravel lo consideró suficiente para homenajear a los caídos en la guerra.

Aún así, Ravel decidió continuarla y comenzar a orquestarla en 1918. En ese año instrumentó cuatro de las seis piezas que la conformarían completa. Las otras dos piezas las dejó más pianísticas porque se trataban de una Fuga y una Toccata.

Ravel estrenó esta versión orquestada en París, el 28 de febrero de 1920. El estreno de la pieza puramente pianística ya había sido un año antes, con la famosa Marguerite Long al piano en la Société Nationale de Musique.

Gracias a testimonios de conocidos y a cartas de la época se sabe que Ravel no pensó esta obra como una marcha fúnebre. Ravel quería que el homenaje lo formaran danzas barrocas, pero no marchas fúnebres. Sin embargo, el hecho de que se inspirase en la forma y el significado de las danzas barrocas, no significa que siguiese sus reglas compositivas y armónicas. Ravel compone estas danzas utilizando la instrumentación, la musicalidad y la armonía de su época.

La primera pieza es un Preludio, de aire desenfadado y con arabescos que mantienen en constante movimiento a los instrumentos de viento madera. Esto lo hace para imitar la escritura barroca típica de los instrumentos de tecla, como la de Couperin. La pieza está dedicada a la memoria del teniente Jacques Charlot.

La segunda pieza es una Forlane. Una danza italiana con ciertos toques rústicos, en la que Ravel va a innovar y a arriesgar tanto en la instrumentación como en las células rítmicas y las progresiones armónicas utilizadas. La pieza la compuso a la memoria de Jean Cruppi, quien era el hijo de la mujer a la que había dedicado anteriormente su obra L’Heure espagnole.

La tercera pieza es un Menuet. Posee un carácter más pastoril e ingenuo, pero al mismo tiempo tiene también un aire melancólico. En ella, Ravel decide darle protagonismo al oboe en particular y a la madera en general. La pieza está escrita a la memoria del teniente Gabriel Deluc.

La cuarta y última pieza orquestada es un Rigodón. Posee gran protagonismo de los metales aunque manteniendo siempre un diálogo con las maderas. En su sección central, el oboe reclama su momento de protagonismo con un tema en pizzicato. Tras él, se regresa a la primera parte, pero acelerando cada vez más el tempo para acabar con un final que aporta una gran energía. La pieza rinde homenaje a Pierre y Pascal Gaudin.

Las dos piezas pianísticas homenajean a Jean Dreyfus y a Joseph de Marliave. Joseph era el esposo de Marguerite Long.

La Fuga está escrita a tres voces y en la tonalidad de mi menor. Es todo un ejemplo de escritura equilibrada y delicada. En ella se entrelazan una gran precisión y una lograda impresión de falsa libertad, algo que resulta muy complicado. Es casi imposible que una composición ligada a tantas normas como una fuga pueda sonar tan libre como Ravel lo hace.

La Toccata es el broche de oro de la composición. Posee un discurso libre donde unos procedimientos pianísticos dan lugar a otros. El ritmo es vigoroso y animado y hasta los pasajes más expresivos, no pierden nunca esa marcada rítmica. Pianísticamente hablando, la Toccata posee grandes dificultades técnicas. Tras el pasaje en fa sostenido, la pieza va creciendo cada vez más hasta que parece estallar con la vuelta al tema principal.

Cris Rodriguez
Cris Rodriguez
Pianista profesional y profesora de conservatorio. Cofundadora de Maldito Piano. Cuando mi trabajo me dá tregua, me escapo a tocar por el mundo adelante para participar en proyectos alucinantes como el Jordan Rudess KeyFest o Rockin'1000. No sé vivir sin música,así que el tiempo que me queda se lo dedico a estos tutoriales.

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