En un concierto en 2009, el prestigioso pianista y compositor estadounidense Richard Grayson estaba realizando un concierto donde aceptaba peticiones de la audiencia sobre las que improvisar. ¿Qué tal La Marcha Imperial de Beethoven?, propuso alguien del público. Grayson meditó unos segundos la idea, se sentó al piano e improvisó esta increíble sonata de más de 7 minutos.
Richard Grayson que aprendió a tocar de oído junto a su padre, llegó a recibir el doctorado en composición de UCLA. Conocía en profundidad todas las características de los diferentes periodos musicales y los aplicaba con facilidad para adaptar su música al estilo que quería.
Grayson consiguió hacer de la improvisación un arte. Algo que iba mucho más allá de una simple demostración. En sus propias palabras: “Si es una demostración, no ha logrado lo que yo esperaría lograr. Y es que hay una cierta sorpresa de que por el cambio de contexto, lo que se espera que sea una cosa se transforme en otra«.
En este caso, parte de la famosa Marcha Imperial de John Williams y la dota de todas las cualidades que contienen las obras para piano de Beethoven. Poco a poco, van surgiendo una serie de variaciones románticas que nos pueden recordar a la famosa Claro de Luna de Beethoven. Poco a poco, Grayson deja que su improvisación crezca y la música se transforme, siempre en tintes románticos, hasta llegar a un final que recuerda a la Marcha Fúnebre de Chopin.
Richard Grayson falleció en 2016. Con él se fue un talento increíble para la composición y la improvisación.
