Durante años, en muchos países de Asia, los elefantes han sufrido mucho a manos del hombre. Por suerte, esto es algo que poco a poco va cambiando y en países como Tailandia, ya hay santuarios donde se vela por su bienestar.
A uno de estos santuarios llegó el inglés Paul Barton. En él pudo contemplar a muchos elefantes que habían sido víctimas del ser humano. Algunos elefantes habían sido heridos y mutilados para quitarle los colmillos, otros abandonados y enfermos tras toda una vida de trabajos forzados.
En estos santuarios, los elefantes pueden vivir libres y cuidados el resto de sus vidas, pero Paul pensó que se podría hacer algo más por ellos. Así se convirtió en el pianista de los elefantes, para poder reconfortarlos con algo de música clásica.
Con permiso del santuario y con ayuda de sus amigos, llevó su piano a mitad de la jungla, en un claro a orillas del río Kwai. Allí acude regularmente para tocar clásicos de Mozart, Beethoven, Bach o Debussy.
Resulta muy curioso ver la reacción de los elefantes a la música. Todos se acercan y se quedan muy quietos, dejando que la música penetre en ellos hasta el final. Muy especial fue la relación de Paul Barton con Pla-Ra, un elefante ciego que se acercaba muy a menudo a escuchar el sonido del piano de Paul. Lamentablemente Pla-Ra murió, tras una vida dura que lo condenó a la ceguera. Sin embargo, a Paul le consuela haber podido llenar un poco con música la oscuridad de Pla-Ra.