Puede que a mucha gente no le suene el nombre de James Booker, sin embargo, en Nueva Orleans es toda una leyenda. Gran parte de su leyenda se debe a sus excentricidades y a su trágico final, pero también porque muchos lo consideran el mejor pianista de la historia.
Se dice del que podía pasar del jazz a Rachmaninoff, como si ambas piezas formasen parte de su ADN. También se decía que podía tocar una pieza asombrosamente y luego tocarla del revés, todavía mejor. Enseñó piano a Dr John y jazz a Harry Connick Jr y acompañó al piano a figuras como Aretha Franklin, Little Richard, Earl King, Ringo Starr, John Mayall y The Doobie Brothers.
Con este historial, cuesta entender que James Booker no sea un referente para cualquier pianista, pero además de por la genialidad, la vida de Booker estuvo marcada por las adicciones, la esquizofrenia y la autodestrucción.
Una vida consumida a toda velocidad
Los que lo conocieron, dicen que James Booker vivió 430 años en los 43 años de su vida.
Hijo de una pareja de ministros bautistas y criado por su tía, tuvo una infancia bastante turbulenta. Asistió a una escuela católica donde le enseñaron piano clásico, instrumento del que nunca se separaría.
Cuando tenía 9 años, un camión lo atropelló y le destrozó una pierna. Los médicos le administraron morfina durante un tiempo para el dolor. Ese sería su primer encuentro con las adiciones. Años más tarde, en su canción Papa was a Rascal, escribiría lo siguiente: «‘Cuando era un niño a la edad de nueve años / conocí a una dulce mujer rusa y la hice mía«. Hay quien cree que la joven mujer rusa era la heroína.
Con 12 años tuvo un pequeño éxito local con su tema Doin´the Hambone y con 14 ya tocaba en vivo en clubs de Nueva Orleans, gracias a un carnet falso.
Con 18 años, tuvo la oportunidad de conocer a Arthur Rubinstein y tocar unas piezas delante de él. Rubinstein asombrado dijo que «hace cosas imposibles que me hacer replantear mi oficio«.
En los años 60, Booker conoció el éxito tanto en solitario como acompañando a otros músicos. Su mayor éxito fue Gonzo, un sencillo que alcanzó el puesto 43 de ventas en los EEUU y el tercer puesto en la lista de records de R&B.
En la década de los 70, se trasladó a Europa, donde continuó su carrera exitosa. Su álbum New Orleans Piano Wizard: Live !, grabado en un concurso de boogie-woogie en Zurich en 1977, ganó el Grand Prix du Disque de Francia.
Sin embargo, a su vuelta a los EEUU, no podría volver a ganarse la vida como músico de manera digna. Tanto sus adiciones como sus enfermedades mentales estaban descontroladas. Durante los conciertos hablaba en vez de tocar, diciendo cosas sin mucho sentido. Adicto a las drogas, era maniaco depresivo, esquizofrénico y con tendencias suicidas. Sus amigos insistían en que se inscribiese en un centro de caridad para rehabilitarse, cosa que nunca pasó. El 8 de noviembre de 1983, alguien lo metió en un taxi para que lo llevase a urgencias. Allí murió mientras esperaba a que lo atendieran.
El músico más revolucionario de su época.
Sin duda, James Booker fue uno de los músicos más innovadores de EEUU. Combinaba a la perfección jazz, R&B , soul, gospel, música clásica y los ritmos de Nueva Orleans, transcendiendo cualquier tipo de regla y canon.
Más allá de la música, su presencia y su manera de ser sobre el escenario y bajo el, también era estrafalaria. Negro, gay, tuerto y adicto, suponía una figura bastante extraña para la época.
No tenía ningún problema en gastar gran parte de su caché en drogas y en alquilar un Roll Royce para llegar a sus conciertos. Estos abusos pasaban factura. Se cuentan historias de Booker vomitando sobre el piano o de jeringuillas clavadas entre las teclas durante sus conciertos. Tampoco era raro que entre canción y canción hablase con el público de sus diferentes paranoias.
Aunque sus adicciones y crisis mentales fueron intermitentes, en 1970 vivió una de sus peores épocas, tras la muerte de su madre y su hermana en un corto periodo de tiempo. En esta época pasó un breve periodo de tiempo en la Penitenciaría Estatal de Luisiana, conocida como Angola, una de las peores del país. Este hecho le marcaría para siempre.
Sus frecuentes encuentros con la ley en Nueva Orleans por culpa de las drogas, le llevó a establecer una relación más o menos cercana con el fiscal del distrito: Harry Connick Sr. El fiscal incluso llegó a asesorarlo legalmente alguna vez. En cierta ocasión, James Booker necesitaba que el fiscal anulase una sentencia de prisión que pesaba sobre el. Booker consiguió la anulación a cambio de dar clases de piano a su hijo, Harry Connick Jr.
Sin embargo, los problemas de Booker con las drogas y con la ley lo acompañarían toda la vida. Incluso trató de meter una bolsa de marihuana en la República Democrática de Alemania, escondida en una peluca afro. En otra ocasión, llegó a apuntarse con una pistola en la cabeza sobre el escenario y amenazó con dispararse si nadie le daba cocaína.
Todas estas historias, junto con su genialidad como pianista, han ayudado a crear el aura de pianista legendario que James Booker tiene en Nueva Orleans. En 2013 se publicó el documental Bayou Maharajah, que exploraba la vida del pianista. Lamentablemente, no quedan muchos vídeos de Booker en buena calidad, pero musicalmente son una maravilla.