Desde el principio de los tiempos, la humanidad ha tratado de atravesar la barrera con el más allá y contactar con los fallecidos a través de diferentes ritos. Muchos de estos rituales incorporaban la música, como vehículo para conectar con el más allá. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX cuando cobró forma el espiritismo tal y como lo concebimos hoy en día.
El primer caso de espiritismo documentado se produjo en 1848 y las protagonistas eran las 3 hermanas Fox que, supuestamente, podían contactar con el más allá. A partir de ese momento, los casos personas con la capacidad de contactar con los espíritus se incrementaron y nació el negocio de los salones de espiritismo. A lo largo del XIX, estos salones se pusieron de moda tanto en EEUU como en Europa.
En 1858, Allan Kardek funda la Revista Espírita, especializada en el mundillo del espiritismo. Pronto aparecen diferentes artículos que analizan los beneficios de la música para contactar con el otro lado. El negocio estaba hecho, así que no es de extrañar que en la revista pronto apareciesen entrevistas con grandes personalidades ya fallecidas. En la revista aparecieron conversaciones con grandes compositores como Mozart, Chopin o Rossini. En ellas, cada autor describía (entre otras cosas) como percibían la música del más allá.
Pero más allá de ser una moda y un negocio lucrativo para unos cuantos, el espiritismo era una realidad para mucha gente que creía firmemente en la conexión con los espíritus. Era común que muchas figuras de la cultura de la época participasen de estas prácticas, incluyendo escritores, pintores y músicos.
Schumann y las voces del más allá
Es de sobra conocido que Robert Schumann tenía problemas mentales que lo llevaron a acabar sus días en un psiquiátrico. Es probable que estos problemas mentales, sumado a su creencia en el mundo de los espíritus, provocase las voces que oía en su cabeza. La ciencia cree que Schumann padecía esquizofrenia paranoide y trastorno bipolar. Los parasicólogos prefieren ver en él una gran percepción extrasensorial y clarividencia.
Schumann creía firmemente en la conexión con los muertos a través del método de las «mesas parlantes». Con este sistema, el supuesto espíritu mueve la mesa para golpear con las patas en el suelo y, así, comunicarse con los vivos. En una carta a su amigo Ferdinand Hiller, Schumann le contó que había estado en contacto con Beethoven y este le había contado el pulso correcto con el que debía interpretarse el primer movimiento de su Quinta Sinfonía.
Schumann también utilizaba los sueños para contactar con el más allá. A partir de 1854 sus trastornos mentales empezaban a hacerse patentes. Le costaba mucho descansar por las noches y escuchaba música en su interior.
Existen varias cartas tanto de su mujer, Clara Schumann, como de su discípulo Albert Dietrich, que describen el infierno que Robert vivía en su cabeza en sus últimos años de vida. A veces escuchaba ángeles que le susurraban melodías, otras veces eran demonios los que dictaban la música, en cualquier caso, Robert escribía la música que esas voces le transmitían.
Tras estos acontecimientos, Schumann pediría ser ingresado e intentaría suicidarse. Tras esto, sería ingresado en el sanatorio de Endenich, donde seguiría hablando con los espíritus hasta sus últimos días.
En estas condiciones escribió varias obras como su Concierto para Violín en Re menor WoO 23 o las Escenas del Fausto de Goethe WoO3. Su última obra sería sus Variaciones en Mi bemol mayor WoO 24, cuyo subtitulo es el de Variaciones Fantasma.
Chopin y las voces del monasterio.
Frederick Chopin padecía un tipo de enfermedad respiratoria que al principio fue diagnosticada como tuberculosis. Se le recomendó irse a vivir a un lugar propicio para sus síntomas. El compositor y su pareja, George Sand, se trasladaron a una celda de un monasterio semiabandonado en la isla de Mallorca: el monasterio de la Cartuja de Valldemosa. La pareja vivió allí un par de meses, tiempo suficiente para que Chopin sufriese una serie de visiones fantasmagóricas.
El ambiente lúgubre del convento incitó a Chopin a escribir algunas de sus composiciones más célebres, incluidos sus Preludios. Sin embargo, su estancia allí fue un infierno. George Sand relata como en varias ocasiones se lo encontró pálido frente al piano, con la mirada perdida.
Una noche, George Sand volvía a la celda y encontró a Chopin tocando uno de sus preludios visiblemente desequilibrado. El compositor afirmó que había tenido una visión en la que se veía muerto a si mismo y a sus familiares.
Su Preludio op. 28, fue titulado por George Sand como La gota de agua. Chopin lo compuso a partir de una visión en la que se veía flotando sobre un lago y unas gotas pesadas y frías caían sobre su pecho. El lo interpretó como lágrimas del cielo que caían sobre su corazón.
Tras marcharse del monasterio, estas visiones se relajaron, pero Chopin siguió teniendo episodios en los que contactaba con el más allá. El propio Chopin explicó en una carta a la hija de George Sand cómo tuvo que abandonar el escenario en un concierto en Manchester por la aparición de ciertas figuras sobre la superficie del piano.
A día de hoy, la ciencia trata de explicar estos sucesos y afirman que el compositor sufría un caso de epilepsia de lóbulo temporal.
Esta información ha sido extraída del libro Historia oculta de la música de Luis Antonio Muñoz. Un gran libro para adentrarte en el lado esotérico de la música.
O acontecimento das Irmãs Fox foi em 1848 e não como indicado 1948.
Cierto, lo hemos corregido. Gracias 🙂