Ser músico puede acarrear ciertas dificultades más allá de lo estrictamente musical; sobre todo cuando tocas instrumentos grandes. Los chelistas y contrabajistas lo tienen difícil para moverse en coche o en metro, los pianistas para mover sus instrumentos en las mudanzas… No son cosas en las que pensemos a diario, sobre todo lo de las mudanzas, pero cuando toca puede ser un verdadero quebradero de cabeza.
Esto le sucedió a la excepcional pianista y pedagoga Nadia Boulanger. Tras la muerte de su padre, en abril de 1900, a ella y a su hermana les tocó cambiar de vivienda, siendo ambas menores de edad. Este hecho les dificultó enormemente conseguir alquilar cualquier apartamento, ya que no podían firmar contratos. Pero este no fue su mayor problema a la hora de mudarse.
Nadia debía mudarse con su enorme órgano de tubos y el gran piano de cola. Como cabía de esperar, todos los propietarios de los inmuebles que trataban de arrendar rechazaban este inmenso y ruidoso instrumento. Los principales motivos que presentaban eran que les estropearía el piso o incluso el edificio, y que ahuyentaría a los demás vecinos.
Tras una larga y difícil búsqueda, en octubre de 1904, las dos hermanas consiguieron instalarse en un piso de la rue Ballu (París). Este sería el hogar de Nadia hasta que falleció a sus 92 años de edad. Este piso acabaría siendo un lugar de peregrinación para grandes pianistas, que acudían allí cada semana para escuchar los consejos de Nadia. Aquí impartió clase a infinidad de pianistas que llegaron a hacerse muy famosos, entre ellos Daniel Barenboim, Aaron Copland, Philip Glass, Joseph Horovitz, Lambert o Gardiner.
Si quieres saber más sobre Nadia Boulanger, puedes leer nuestro artículo, aunque te recomendamos que te hagas con el libro de Bruno Monsaingeon: Mademoiselle, Conversaciones con Nadia Boulanger.