A pesar de que solo vivió 31 años, el gran compositor austriaco Franz Schubert, nos ha dejado un vasto legado musical. Más de seiscientas obras vocales, siete sinfonías y óperas, sin contar su innumerable producción pianística.
A Schubert le apasionaba la ópera y la sinfonía, pero pronto descubrió que lo que el público más demandaba eran pequeñas piezas. Es por eso que una parte importante de su producción de obras para piano (piano solo) se centró en este género. Por supuesto, también escribió otro tipo de obras para piano solo, como sus sonatas, pero éstas no comenzarían a ganar popularidad hasta décadas después de morirse. En su época, solo le dieron fama y popularidad sus colecciones de danzas alemanas (lieder) y los impromptus.
Los impromptus se consideran pequeñas piezas, pero este calificativo no se refiere a su calidad, ni a su simpleza o facilidad. Simplemente es un término que alude exclusivamente a su extensión. Prueba de ello es que el editor más prestigioso de ese momento, Schott, rechazó publicarlos porque le parecían demasiado complejos de interpretar para ser unas simples canciones.
La principal característica de los impromptus es que eran unas piezas cortas y muy libres en cuanto a su forma y temática. Incluso, en muchos casos, parecían improvisaciones que luego se escribían. Prueba de ello es su título original: Improvisso. Improvisso significa improvisación o improvisado, pero con el tiempo y las licencias que se toman las editoriales al traducir los títulos, pronto pasaron a ser conocidos como Impromptus. Pero en cualquier caso, el significado y la intención compositiva es la misma.
Con este título Schubert quería hacer entender al oyente que ese tipo de piezas eran el resultado de una inspiración repentina, no planeada. De ahí que los titulase Improvisso, basándose en la nomenclatura que ya había utilizado el compositor checo Jan Vorísek.
Los dos cuadernos
Schubert compuso sus impromptus en 1827 y los reunió en dos cuadernos. Estos cuadernos fueron catalogados como D 899 y D 935 en el catálogo oficial del compositor (en otras catalogaciones se les puso la referencia de Op. 90 y Op. 142). Cada uno de los cuadernos tiene cuatro impromptus.
Schumann, que era gran admirador de Schubert, se planteó repetidas veces si estos cuadernos de impromptus no serían realmente una sonata de cuatro movimientos que el compositor pretendía camuflar bajo el nombre de Impromptus. Pero esta teoría de Schumann nunca fue aceptada por la libertad compositiva de cada pieza, su extensión y, sobre todo, por su clara cercanía a los lieder. Si bien un lied es una canción para voz y piano en la que la voz canta la melodía y el piano la acompaña; en los Impromptus de Schubert es el piano quien hace la voz cantante y el acompañamiento. Además, su estructura es ternaria, algo muy característico de los lieder.
Primer cuaderno (Op. 90)
El primer impromptu está compuesto en la tonalidad de Do menor y cuenta con una estructura que se ajusta a la del allegro de una sonata, aunque incluye el concepto de variaciones porque la idea principal se va a ir presentando de diferentes maneras, y unas veces lo hace en la voz superior y otras en el bajo.
El segundo impromptu está compuesto en mi bemol mayor y su principal característica son unos grupos de tresillos que recorren a una velocidad elevada la mayor parte del teclado del piano. Su estructura formal es claramente tripartita, como la de los lieder (A-B-A’).
El tercer impromptu lo compuso en la tonalidad de sol bemol mayor, y posee una sonoridad muy característica que se logra por un movimiento continuo de arpegios en la zona central del teclado del piano. Tras esta parte arpegiada viene un tema muy tranquilo que aporta serenidad, calma y paz. De nuevo, como en el primer impromptu, Schubert vuelve a utilizar la fórmula compositiva de las variaciones para ir transformando la melodía inicial.
El cuarto impromptu está compuesto en la bemol mayor. En él Schubert recupera el uso de una progresión rápida de arpegios, pero en este caso lo hace en la sección aguda del piano. A esta idea arpegiada le contesta un segundo motivo melódico en la parte baja del teclado y que posee un carácter cantabile. Además, para que contraste más, Schubert incluye en la región central del teclado del piano una idea melódica dramática y con ciertos toques melancólicos. Algo que es totalmente definitorio del estilo de Schubert.
Antes de pasar al segundo cuaderno, te animamos a que escuches esta grabación de Zimerman tocando los Impromptus Op. 90.
Segundo cuaderno (Op. 142)
El primer impromptu está en la tonalidad de fa menor y se sabe que la partitura manuscrita ya circulaba por los principales salones de Viena antes de ser publicado oficialmente en el cuaderno. Este impromptu tiene carácter de tocata, aunque con una libertad casi absoluta. Esta libertad llega hasta el punto de que hay temas que aparecen sin luego desarrollarse, como sucede ya con el de la introducción. También llama mucho la atención su nostálgica sección central, protagonizada por un sensible diálogo entre dos voces, cada una de ella en un registro opuesto del piano. Al mismo tiempo que estas dos voces dialogan, Schubert añade un motivo muy rítmico e incesante en la región central del piano como para teñir con cierta tensión esta bella nostalgia.
El segundo impromptu está compuesto en la bemol mayor y es considerado por muchos musicólogos como la verdadera obra maestra de la colección. Aunque tiene unos trazos sumamente sencillos, su belleza y capacidad inspiradora es desconcertante. Muchos estudiosos creen que esta característica es un eco de los minuetos de la época galante. No obstante, como la pieza posee tres partes, la central ofrece un contraste con cierto sentimiento de maldad o de oscuridad, que luego termina volviendo a la belleza inicial.
El tercer impromptu está escrito en si bemol mayor. En él se presenta un tema seguido de ocho variaciones. La melodía se trata con gran originalidad en cada una de las variaciones, por lo que cada una transmite sensaciones diferentes. Las primeras son más brillantes, y las otras son totalmente apasionadas. Tal y como sucede con los otros impromptus, al final siempre se retorna al inicio.
Schubert tomó prestada esta melodía de su anterior obra Rosamunda, compuesta en 1823. Los musicólogos creen que con este impromptu el compositor trató de quitarse la espina que le había quedado al ver fracasar Rosamunda en su momento. Schubert siempre dijo que le tenía mucho cariño a este tema y que le dolía enormemente que hubiera fracasado. Quizás por eso, Schubert volvió a utilizarla en el movimiento lento de su Cuarteto nº 13 (1824).
El cuarto impromptu está en la tonalidad de fa menor y es una pieza totalmente virtuosística. Se toca a una velocidad espeluznante y tan solo contiene un episodio más calmado y solemne, que aporta cierto misterio a la pieza. Como novedad, Schubert toma como modelo compositivo para este impromptu el furiant, una danza popular en la Bohemia de la época. Sin duda, es toda una sorpresa con la que culminar esta admirable colección.
Puedes escuchar los cuatro impromptus del segundo cuaderno en esta grabación del maravilloso Zimerman.