Si hay un aparato con el que los músicos establecemos una relación de amor-odio este es, sin duda, el metrónomo. Cuando empezamos a utilizarlo lo percibimos como un tirano que marca un ritmo que nos cuesta horrores seguir. Con el tiempo, muchos desarrollan cierta dependencia de él y les cuesta dejarlo. Finalmente, todos lo vemos como una herramienta útil para comenzar a medir obras que estamos preparando, hasta que podemos tocarlas sin él.
Aunque lleva muchos años acompañando a los músicos, el metrónomo no surgió de la noche a la mañana. Como todo en la vida, sufrió una evolución hasta convertirse en lo que hoy conocemos. Te contamos su historia.
Los orígenes del metrónomo
Como sabes, el metrónomo es un artilugio utilizado principalmente por los músicos para seguir correctamente el tempo (pulso) de las composiciones musicales. Su función se basa en producir una señal acústica y/o visual para que el músico pueda seguir un pulso y una velocidad constante en sus interpretaciones. El nombre proviene de las palabras griegas métron (medida) y nómos (ley, norma, regulación).
Según el historiador medieval Lynn White, el primer paso para la creación del metrónomo la realizó un inventor andalusí llamado Abbás Ibn Firnás (s. IX), experto en filosofía, física, química y astronomía.
La descripción del primer metrónomo del que tenemos constancia, aparece en el tratado de Étienne Loulié (s. XVII): “Éléments ou Principes de Musique mis dans un Nouvel Ordre”. El aparato se basa en los estudios que realizó Galileo Galilei sobre el péndulo y su primer reloj de péndulo. Su prototipo tenía unos dos metros de altura y un peso atado a una cuerda de una longitud determinada oscilaba siempre a la misma velocidad. Según la longitud de la cuerda, se variaba la velocidad. Además, incluía una especie de columna con unas muescas en relieve para marcar las velocidades, basadas en longitudes de cuerda y no en segundos.
Que no estuviera basado en segundos era un handicap, pero sirvió como base para que otros inventores creasen nuevos modelos. El primero de ellos fue Louis León Pajot en 1732. Sus mejoras consistían en que las muescas se basaban en segundos y las oscilaciones del péndulo eran audibles. Su principal crítica era que era demasiado pesado para obtener un uso generalizado.
Poco a poco, comenzaron a surgir nuevos modelos de diferentes inventores que trataban de mejorar las deficiencias del Pajot. Los más populares fueron los de Enbrayg (1732), Gabory (1771), John Harrison (premiado en1775), Godofredo de Viltaneuse (1779), Dubos (1782), Jean-Baptiste Davaux y Renaudin (1784), Jacques-Alexandre-César Charles (1786), Pelletier, Abel Burja y Weiske (1790), William Pridgin (entre 1791 y 1793), Anthony George Eckhardt (1798) y James Peck (1803). A pesar del elevado número de creadores, seguía habiendo problemas con las dimensiones y el sonido de los metrónomos.
El metrónomo moderno
Fue en 1812 cuando el relojero e inventor Johann Nepomuk Mäzel (conocido hasta hace poco como el único y verdadero inventor del metrónomo), realiza unas escuetas modificaciones de modelos ya existentes y presenta el suyo como invención propia en diferentes ciudades europeas.
Sin embargo, su gira de presentación se vio ensombrecida por la competencia. Al tiempo que Mäzel realizaba sus presentaciones, otro inventor llamado Winkel descubrió la manera de reducir las dimensiones del metrónomo, al añadir pesos a ambos lados del pivote. Es lo que se pasó a conocer como el principio del doble péndulo. Tras un par de años perfeccionando su idea, Winkel la presentó en 1815 ante la Academia de las Ciencias en los Países Bajos. Mäzel decidió ir hasta allá para verlo en persona.
Una vez en Amsterdam se da cuenta que el invento de Winkel es totalmente superior al suyo, así que trató de convencerlo de que le vendiera los derechos. Winkel se negó y Mäzel realizó una jugada un tanto rastrera. Realizó una copia exacta de la de Winkel, sin su consentimiento, y la presentó como descubrimiento suyo en Londres y París, por lo que Mäzel obtuvo las patentes del metrónomo que realmente había inventado Winkel. Ya con las patentes en su poder, Mäzel comienza a fabricar metrónomos en 1816. Winkel denunciaría estos hechos, pero perdió el juicio.
Tras los juicios, el relojero Bienaimé-Fournier presentó un metrónomo todavía mejor. Continuaba marcando regularmente los pulsos incluso si no estaba colocado sobre una superficie horizontal, se le podía cambiar la velocidad sin necesidad de pararlo, y la señal sonora se podía poner cada 2, 4 o 6 pulsos.
Justo en 1817, aparecen las primeras partituras con indicación de metrónomo, de la mano de Beethoven. El primer compositor en utilizar metrónomo.
Desde ese año, continúan apareciendo metrónomos pero idénticos a este último, hasta que White y Hunter inventan en 1909 el metrónomo de bolsillo. Posteriormente, con la llegada de la electricidad aparecen metrónomos eléctricos que a parte de sonido poseen luces para marcar los pulsos.
El siguiente y último gran avanza hasta la fecha en la historia del metrónomo fue en 1970 con la llegada de los metrónomos digitales que casi todos los músicos utilizan a día de hoy.
Hoy en día existen aplicaciones para el móvil que nos permiten llevar un metrónomo con nosotros en todo momento. Y, por si un día necesitas uno y no puedes conseguirlo de ninguna manera, has de saber que Google proporciona uno dentro de sus búsquedas. Solo has de escribir la palabra «metrónomo» en Google y te saldrá uno totalmente funcional.
