¿Cuántas veces has escuchado esa frase de que a veces la realidad supera la ficción? Hoy estamos ante una de ellas, así que prepara las palomitas y el sofá para descubrir todos los enigmas que esconde la historia del piano de Chopin en Mallorca.
Empecemos por el principio, descifrando cuál es realmente el piano en el que Chopin compuso una de sus obras más tocadas en todo el mundo: Los Preludios.
Estancia de Chopin en Mallorca.
Chopin y Sand viajaron a Mallorca en 1838. Aquí fue donde Chopin retomó la composición de sus famosos Preludios, que había comenzado y dejado de lado dos o tres años antes. Las partituras se las dedicó a Pleyel, el famoso fabricante de pianos, quien las editó y publicó. Como tenía buena relación con los Pleyel, acordaron que le llevarían un piano de su fábrica a Mallorca para poder terminar su composición. No obstante, este piano Pleyel tardó demasiado tiempo en ser enviado y luego pasó un largo período en las aduanas mallorquinas.
Mientras esperaba por su deseado Pleyel, Chopin tocaba y componía con un piano creado por Juan Bauza, un constructor afincado en el centro de Palma. El piano Pleyel no llegó a instalarse durante la estancia de Chopin quien, a pesar de las limitaciones que le presentaba el piano mallorquín, vivió una de sus etapas más productivas durante su estancia en Mallorca.
Este piano podría haberse conservado en esta estancia, pero en lugar de eso, se fue creando una polémica historia que aún sigue rodeada de juicios y demandas.
Landowska y el piano de Chopin.
Para seguir la pista de qué sucedió con el Piano de Chopin, nos toca hablar de la excelente intérprete Wanda Landowska. Unos 70 años después de que Chopin y Sand estuvieran pasando los meses de invierno en Mallorca, Landowska decidió viajar a esta isla para dar unos conciertos y peregrinar al monasterio donde había residido su adorado compositor.
En la celda se encontró con el piano hecho por Juan Bauza, que llevaba intacto desde que Chopin lo tocara. Landowska arregló todo para comprar el piano, considerándolo una de las reliquias más preciadas que se conservaban de Chopin.
En 1913 Landowska se tomó una fotografía en su residencia de Berlín con el piano adquirido. Gracias a ella se puede saber a ciencia cierta cómo era ese piano. Tal y como se puede observar en la fotografía, el piano tenía unas preciosas tallas, incrustaciones y ornamentaciones. En una placa podía leerse perfectamente el nombre del fabricante español.
Los nazis y el piano de Chopin.
Teniendo en cuenta que Wanda Landowska era judía, no es de extrañar su marcha de Berlín a Francia escapando de los nazis. Lamentablemente, en 1930 los nazis invadieron París, donde Wanda Landowska tenía una preciosa villa. Una de las misiones principales de esta invasión era el saqueo de obras de arte, especialmente de elementos culturales de la historia de la música, incluyendo todo lo que hubiera relacionado con Chopin.
Así, en septiembre de 1940, un grupo de oficiales de la Gestapo llegaron a la villa de Wanda Landowska en las afueras de París para desmantelar la colección que la artista había acumulado durante 40 años. Gracias a que los nazis eran muy metódicos y maniáticos, todo lo que expoliaron en esta casa quedó detalladamente inventariado. En la larga lista figuran 60 cajas que contienen correspondencia, partituras, libros y manuscritos. También se llevaron una importante y exquisita colección de discos de gramófono, unos clavecines de marca Pleyel, una espineta Pleyel datada en 1807, un clavecín sin marca cuya tapa tiene pintada una hermosa imagen de Veracchio, un piano de mesa de Carl Jac. Mordquist de Estocolmo, dos viola d’amore, una viola da gamba, una flauta muy antigua, una cítara, y mucho más. Pero lo más interesante se encontraba en una enorme caja que tenía el número 56 escrito en sus laterales. En ella se encontraba un piano de Juan Bauza fabricado en Palma.
Los franceses trataron de recuperar este patrimonio por todos los medios. Incluso se enviaron cartas al comando alemán de la Délégation en su nuevo recinto, subrayando la importancia del piano de Chopin, entre otros instrumento, pero la respuesta era siempre la misma, las propiedades de un judío, nunca podrían considerarse propiedades de arte francesas, ni elementos de interés patrimonial.
Un año después, en 1941, Landowska tuvo que escapar a los Estados Unidos al tiempo que su extensa colección de instrumentos se trasladaba al Sonderstab Musik en Oranienburger Straße (Berlín).
Tras un sinfín de reclamaciones por parte del gobierno francés, en el verano de 1946, el piano mallorquín de Chopin fue devuelto a Francia, junto con otros instrumentos de la misma colección. Aún así, Landowksa nunca volvió a verlos a ellos ni a su casa.
A día de hoy se sigue conservando la tarjeta de la orden de devolución que acompañaba al piano de Chopin.
Comienzan las batallas legales.
Tal y como has podido comprobar, el piano mallorquín de Chopin ya no se encontraba en el monasterio donde Chopin realizó su retiro. Pero entonces ¿Qué piano se expone en la celda del pianista como el auténtico piano de Chopin? Esa pregunta se la ha hecho mucha gente, hasta el punto de que existen diferentes demandas y juicios. Y no solo sobre la autenticidad del piano, sino que también existen discrepancias sobre el número de la celda que ocupó Chopin en el Monasterio de Valldemosa.
Hasta hace unos años, había una celda anunciada y consolidada como la auténtica y era la número 2. Estaba regentada por Rosa Capllonh Ferra, y contaba con importantes apoyos institucionales para que siguiese mostrándose al público tal y como se hacía desde 1919. Los propietarios de la celda número 4, respaldados por importantes historiadores, insistían en que la auténtica celda era la suya. Entre las pruebas figuraba que esta tenía un brasero, con el que Chopin y Sand se intoxicaron durante su estancia. Los gases de este brasero ocasionaron la patología neurológica que Chopin padeció en su última década de la vida.
En 2010, el Juzgado nº 2 de lo Mercantil de Palma de Mallorca emitía una sentencia definitiva, concluyendo que la auténtica celda era la número 4, por lo que ordenaba retirar el museo de la número 2, en la que a modo de reclamo turístico se anunciaba y exponía un piano Pleyel como El piano Pleyel en el que Chopin terminó sus preludios. Algo que ya sabemos que era totalmente falso. Por si fuera poco, se acabó demostrando que el piano Pleyel expuesto fue construido tiempo después de la muerte de Chopin. También se utilizó como prueba una carta de la propia George Sand donde describía su celda, de tres habitaciones y un jardín lleno de limoneros. Descripción que se corresponde con la celda número 4.
Teniendo todo esto en cuenta, se realizó un nuevo juicio con la acusación de publicidad fraudulenta. El resultado fue clausurar la falsa celda de Chopin que durante tantos años (desde 1910) había resultado altamente rentable a su dueña y familiares. También se ha tenido que publicar y anunciar la corrección de la celda y del piano. Esto no ha estado exento de polémicas ya que afecta a los dueños de las celdas, que son dos famosas y adineradas familias mallorquinas. La de los Quetglas (descendientes de un importante banquero y dueños de la celda número 2) y la de los Ferrà (propietarios de la número 4, nietos de los promotores culturales Ferrà-Boutrox y relacionados con Joan Miró). Su batalla legal puede comprenderse, ya que con fraude o sin él, Chopin sigue siendo un gran reclamo turístico para Mallorca. Sus cientos de miles de visitantes anuales genera un negocio millonario. Además, a la parte económica se suma la del ego y el prestigio por poseer la celda y el no piano de Chopin.