Que nadie se asuste. Entendemos que a cualquier amante de los pianos se le hinche una vena en la cabeza ante la idea de quemar un piano. A nosotros también nos pasó cuando escuchamos la existencia de estas ceremonias. Por suerte, la quema de pianos no la lleva a cabo ningún culto secreto que quiera acabar con los pianos en el mundo, ni nada parecido. Aunque pueda resultar extraño, es una práctica que tiene que ver con el arte o con el ejército.
La quema de pianos en el ejercito
Se trata de una ceremonia tradicional de la Royal Air Force inglesa de la que no transcienden muchos detalles, debido a su solemnidad. A pesar de su origen inglés, la ceremonia no tardó en cruzar el charco y fue adoptada también por la fuerza aérea de Estados Unidos.
Esta ceremonia se utiliza para despedir a compañeros caídos, para conmemorar la disolución de una unidad o para recordar el aniversario de una unidad o de una batalla.
Aunque estas ceremonias siempre tienen en común la quema de un piano, la ceremonia previa puede variar. Algunas veces simplemente se quema el piano, otras se destroza primero a martillazos y en otras ocasiones, se coloca una cerveza y un uniforme junto al piano, en homenaje al compañero caído.
En 2015 se celebró esta ceremonia para conmemorar la muerte de dos soldados británicos en Kabul. En 2011, se quemó otro en la Base Aérea de Langley para conmemorar el 94 aniversario de la 94º escuadrilla de combate. En la base Seymour Johnson de la fuerza aérea, se quema cada año un piano para conmemorar la Batalla de Inglaterra.
El origen de esta ceremonia.
Se desconoce cual es el origen real de esta práctica, aunque se sitúa en algún momento entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Hay varios mitos que intentan explicar su origen.
Uno de estos mitos tiene que ver con la llegada de nuevos miembros a la Real Fuerza Aérea. Siempre fue un cuerpo muy elitista en la que solo entraban miembros de la alta sociedad. Sin embargo, las 2 guerras mundiales trajeron la necesidad de incorporar nuevos soldados. Estos nuevos reclutas eran de todos los estratos sociales y no encajaban en el concepto que en la Real Fuerza Aérea se tenía de un «caballero». Así que decidieron culturizar a los nuevos soldados enseñándoles, entre otras cosas, a tocar el piano.
Un buen día ardió el piano de uno de los escuadrones (no se sabe si por accidente o no), así que se decidió retirar las clases de piano para regocijo de los soldados. Pronto se extendió la noticia por el resto de escuadrones y empezaron a arder el resto de pianos. De esta manera se acabó el estudio de piano para los soldados y empezaría esta curiosa tradición.
Otro de los mitos del origen de la ceremonia de quema de pianos tiene que ver con un piloto de la Royal Air Force durante la II Guerra Mundial. Este piloto sabía tocar el piano y, cada vez que un compañero moría en una misión, tocaba una canción en su honor. Cuando llegó la hora de este piloto, sus compañeros decidieron que nadie más tocaría ese piano y lo quemaron como homenaje.
La quema de pianos en el arte
Un piano ardiendo es una imagen altamente impactante, por eso son varios los artistas (músicos y artistas plásticos) que han recurrido a ella.
En 1968, el compositor Annea Lockwood escribió una obra titulada Piano Ardiente. En la partitura especifica que se ha de utilizar un piano vertical que esté estropeado y que ya no pueda repararse.
Otros compositores que han incluido pianos en llamas en sus obras son Yosuke Yamashita, Diego Stocco o Michael Hannan.
Un piano en llamas es una imagen que conmueve a cualquiera. Es por eso que algunos artistas plásticos recurrieron a ella.
Douglas Gordon utilizó la quema de un piano para su videoinstalación El fin de la civilización. En sus propias palabras: «Un piano representa para mí el último símbolo de la civilización occidental. No sólo es un instrumento, es un objeto bello que funciona como una escultura, pero tiene otra función completamente.«
Otros artistas que han recurrido a esta imagen son Chiharu Shiota o el artista estadounidense de origen francés Arman.