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Breve historia de los recitales de piano.

A día de hoy la idea de que tengan lugar recitales de piano está totalmente normalizada. Pero esto no siempre fue así. Es más, la idea de un concierto donde solo se toque el piano era totalmente inconcebible hasta finales de la década de 1830.

Fue el pianista Henry Walsh quien interpretó el primer concierto de piano solo de la historia y lo hizo en Dublín, Irlanda, en 1762. No existe mucha información sobre la acogida que tubo este concierto, pero gracias a Rattalino y otros autores sabemos que, posteriormente, esta idea de concierto de piano solo seguía resultando extraña.

Un gran ejemplo es el ciclo de conciertos de piano que Moscheles instauró en 1837, en Londres. Sus propios amigos y compañeros de profesión le advirtieron de que no lo hiciera, porque era una idea muy arriesgada y porque el público no estaba acostumbrado a pagar por escuchar solo música de piano. Escuchando a sus colegas, Moscheles decidió ser precavido y hacer algunas trampas para enganchar al público. Por ejemplo, en el primer concierto Moscheles anunció que tocaría obras solistas de piano de Bach, Scarlatti, Handel, Beethoven y Weber, pero que añadiría una parte intermedia en la que se interpretarían obras vocales de Purcell, Mozart, Mendelssohn y William Jackson. Así ofrecería esa variedad instrumental que el público esperaba encontrarse en un concierto.

En los conciertos posteriores a ese ciclo, el número de actuaciones no pianísticas se iba reduciendo hasta desaparecer por completo. Uno de ellos causó gran curiosidad entre el público, ya que Moscheles tocó obras de Scarlatti y Handel en un clave en lugar de en un piano, aludiendo a que el clave era el instrumento en el que se compusieron esas obras, y originariamente se tocaban en clave. El público acudió y aceptó muy favorablemente estos conciertos para piano solo, por lo que Moscheles pronto comenzó a organizar más ciclos.

Como se puede observar, Moscheles agrupaba las obras de cada concierto según su estilo, porque él creía que todo concierto debía tener fines pedagógicos. Pero poco tiempo después, esta idea casi académica de recital de piano sería transformada por completo de la mano de Liszt.

Franz Liszt comenzó a dar conciertos con programas íntegros de piano solo con el único objetivo de entretener y divertir al público. Aún así, los conciertos de piano solo que Liszt ofreció en la Sala Érard en los años 1836 y 1837 no llegaban a toda clase de público. Aunque constituyen los antecedentes más importantes del recital para piano solo, se trataba de recitales semi-privados, ante espectadores entendidos y pertenecientes a selectos círculos sociales. Es decir, un público que aún era muy diferente al que componían la variedad de personas que asistían a un concierto público (que como era habitual, incluía música que no solo era para piano).

Para atraer a un público variado, Liszt comenzó a desarrollar lo que Rattalino denominó la técnica del espectáculo. El recital de piano solo ya no era algo para ser simplemente escuchado, sino algo que merecía la pena ser visto. Y para que este tipo de concierto fuese digno de ver, Liszt desarrolló una estética de la gestualidad que no pasó en absoluto desapercibida. Incluso grandes pianistas y compositores de la época como Robert Schumann escribieron y hablaron sobre ella. Liszt buscaba convertir al pianista en lo que hoy llamaríamos una estrella. De hecho, en su concierto de Roma de 1839, mientras explicaba la importancia de este tipo de formato de conciertos para piano solo a su público, dijo (aludiendo las palabras de Luis XIV): “El concierto soy yo”.

Con esto quedaba claro, que siempre valdría la pena ir a verlos y pagar las entradas. Puede que con Liszt no naciera el recital de piano solo como tal, pero sí nació la idea del pianista como una estrella que arrastra masas, y la de virtuoso.

Así, un concierto de piano pasó a ser un evento en el que el énfasis residía en el intérprete y no en las obras. El público acudía solo a divertirse, casi más viéndolo que escuchándolo. Sin duda alguna, Liszt fue el gran maestro de la técnica del espectáculo y de la presencia escénica. El propio Schumann decía que entraba por la platea en vez de por el lateral del escenario y que el único motivo era que la gente lo adorase. Schumann también escribió que Liszt comenzó a llevar guantes blancos que se sacaba de forma llamativa justo cuando llegaba junto al piano. También dice que una vez lo vio ponerse a caminar por la sala y charlar con su público entre obra y obra. Y eso en la época, solo lo hacía Liszt.

Esto hizo que los conciertos de piano solo ganasen cada vez más público. Pero el público buscaba los conciertos a la manera de Liszt. Y eso era algo que no todos los pianistas del momento estaban dispuestos a ofrecer. Un ejemplo de ello fue Clara Schumann, quien no permitía hablar a su público ni en las pausas y defendía el concierto histórico, con ciertas intenciones pedagógicas, más a la manera de Moscheles.

Así, el concierto para piano solo, tanto pedagógico como virtuosístico, comenzó a adquirir cada vez más popularidad. En algunas ciudades, incluso, se llegaron a hacer más conciertos para piano que de los mixtos. Esto fue ,en parte, gracias a que, en 1860, los alumnos de Liszt comenzaron a dar sus propios recitales, a la manera de su maestro.

Desde ahí, ya a todos nos suenan los conciertos y giras (muy similares a los que se hacen a día de hoy) que realizaron pianistas como Rubinstein, Hans von Bülow, Busoni, y muchos más hasta llegar a los pianistas actuales como Yevgueni Kisin, Lang Lang, James Rhodes, Michel Camilo, o Yuja Wang, entre otros.

Cris Rodriguez
Cris Rodriguez
Pianista profesional y profesora de conservatorio. Cofundadora de Maldito Piano. Cuando mi trabajo me dá tregua, me escapo a tocar por el mundo adelante para participar en proyectos alucinantes como el Jordan Rudess KeyFest o Rockin'1000. No sé vivir sin música,así que el tiempo que me queda se lo dedico a estos tutoriales.

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