Hoy, 14 de febrero y día de San Valentín, queremos recordar una de las historias de amor más sonadas de la música clásica, y que dio lugar a una polémica pieza: El Vals del Minuto (o vals del perrito).
Chopin tuvo un gran amor en su vida, a parte del piano. Fue la escritora francesa Amantine Aurore Lucile Dupin, que era la baronesa de Dudevant. Quizás no reconozcas este nombre, pero si te sonará el de George Sand, el seudónimo que utilizaba para firmar las obras que publicaba como escritora.
La vida de ella era muy controvertida. Se trataba de una mujer totalmente adelantada a su tiempo y que se codeó con los miembros más destacables de la sociedad europea, llegando incluso a vestirse de hombre para que se tuviera más en cuenta su opinión. Sand fue la esposa del barón Dudevant, pero se divorciaron y ella acabó instalándose con sus dos hijos en París (y luego en Nohant) y con su nuevo amor, Chopin. Se estima que mantuvieron su relación amorosa durante 10 años. Aunque con sus mejores y peores momentos. Uno de los más especiales fue el invierno que pasaron en Mallorca, donde Chopin compuso gran parte de sus célebres preludios.
Sand fue el gran apoyo social, económico y anímico de Chopin durante esos años, aunque al final, se terminaron separando. De hecho, durante la última recaída de Chopin con su enfermedad, Sand insistió en volver a verlo, a pesar de que ya llevaban varios años separados. Sin embargo, Chopin y su hermana impidieron que lo visitase en su lecho de muerte. Al parecer, ya le podía más el rencor que el amor.
Pero volvamos a los años felices y románticos en Nohant (Francia). Concretamente entre los años 1846 y 1847. Fue la época en la que más unidos estuvieron y ,fruto de su unión y complicidad, nació el Vals del Minuto.
Las controversias con esta pequeña obra vienen a que su título no hace alusión al tiempo en que debe ser tocada. Muchos músicos han fracasado estrepitosamente tratando de tocarla en ese tiempo. Se trata de un gran malentendido con el título, que en francés significa diminuto o pequeño. Su duración suele durar entre 1’40 y 1’50 minutos.
Según la historia, Sand le pidió a Chopin que le compusiera una pieza aludiendo a uno de los momentos más tiernos de su casa: ver a su cachorrito persiguiendo su cola. Chopin le hizo caso y la creó como una especie de muestra del cariño y la complicidad que compartían. La pieza para él era la musicalización de un momento íntimo de la vida que compartía con su amada. Ahora que conoces la historia, seguro que a ti también te transmite esa ternura y delicadeza de un momento precioso pero fugaz.