No hay duda de que Glenn Gould y Bill Evans fueron dos de los mayores genios del piano del siglo XX. Aunque ambos se movieron en mundos muy diferentes, podemos advertir ciertos paralelismos en sus vidas que no dejan de resultar curiosos. Vivieron casi los mismos años, ambos revolucionaron los estilos que tocaban y los dos se sentaban tremendamente mal frente al piano.
Glenn Gould, el pianista más excéntrico
Desde muy joven, Glenn Gould se mostró como un genio del piano, dispuesto a romper con cualquier norma preestablecida y hacer las cosas a su manera.
No tenía ningún problema en «corregir» a los grandes compositores, tocando sus obras de la forma que él sentía. Como no podía ser de otra manera, esto sacaba de quicio a los grandes directores.
Tanto es así que, el 6 de abril de 1962, antes de comenzar un concierto con la Filarmónica de Nueva York, Bernstein se dirigió al publico para decir que no estaba para nada de acuerdo con la interpretación de Brahms que allí iba a suceder, porque no se iban a seguir las indicaciones del director. Aún así, dirigiría ese concierto porque Glenn Gould era una pianista extraordinario y «su concepción es suficientemente interesante como para pensar que ustedes merecen escucharla»
Lo cierto es que el aspecto de Glenn Gould podía resultar algo cómico. Tanto en verano como en invierno vestía una gran abrigo, guantes y bufanda y siempre cargaba con una vieja silla paticorta, que es la única que utilizaba para tocar. Una vez sentado en ella, quedaba muy bajo delante del piano, en una posición tremendamente antinatural.
Nunca le gustó dar conciertos. Tanto es así que dejó de darlos a los 34 años y, desde luego, no le importaba el público, ni los aplausos. Cuando Glenn tocaba, parecía que solo estaba él y su música. A veces se descalzaba durante el concierto o canturreaba algún pasaje.
Como ya dijimos, no seguía las instrucciones de los compositores y se llevaba las obras a su terreno, tocando de una forma suave y lenta (algo que también veremos en Evans).
Tendía a la soledad (hay quien dice que tenía síndrome de Asperger) y al abuso de medicamentos. Murió en 1982 de un infarto cerebral. Tenía solo 50 años.
Bill Evans, el poeta del piano
Con su aspecto de estudiante de universidad y su personalidad retraída, Bill Evans destacó en la escena neoyorquina de mediado de los 50 para, poco a poco, darle un aire nuevo al jazz.
En una época en la que la segregación racial era un problema importante, un blanquito que venía a cambiar el jazz no hacía mucha gracia a los fans. Tampoco encajaba bien con los veteranos del bebop y su música enérgica y llena de acordes furiosos. Bill planteó un nuevo lenguaje en el jazz, que nacía de la música clásica pero vivía en la improvisación. Su estilo al piano era suave, melódico y pausado. Quizás fue Miles Davis quien primero se dejó cautivar por su estilo pero, poco a poco, acabaría ganándose a toda la escena jazz.
La vida de Bill Evans estuvo marcada por la desgracia. Las muertes de su compañero de banda Scott LaFaro y los suicidios de su ex esposa y su hermano, lo encaminaron a la adicción de drogas que acabarían con su vida.
Quizás sea su dolor en la vida lo que explique la mala postura al piano de Bill Evans. Evans inclinaba su cabeza sobre el teclado de una manera exagerada, como si quisiera refugiarse en su música y crear una especie de escudo que lo separase del mundo real.
Era un músico solitario, de gran sensibilidad y una forma única de enfrentarse a su instrumento. Su manera de ser y entender la música, abrieron un nuevo camino en el jazz que sigue influyendo en muchísimos músicos, aún 40 años después de su muerte. Murió en 1980, de una crisis hepática. Tenía solo 51 años.
